martes, 4 de marzo de 2014

La ética del municipalismo

Aunque suene a perorata en pleno siglo XXI, todos deberíamos recordar lo que es la municipalidad. Es un servicio público que se justifica en la  cercanía  con el vecino y, por  tanto, en conocer mejor sus problemas y ser potencialmente capaz de buscar las mejores soluciones a esos problemas. Por esta misma razón la municipalidad está sujeta a un control social de dichos vecinos.

Eficiencia significa hacer bien las cosas con el mínimo de recurso y con la mayor rapidez.

Cuando los deberes son confusos y relativos, estamos, quizás, en presencia de una  explicación de la ineficacia. Cuando son conocidos, claros y precisos, es mucho más fácil exigir su cumplimiento.

Nuestros representantes, los concejales, están ahí en nombre del pueblo, para velar de forma efectiva por el bien común, quieran o no, deben rendir cuenta permanentemente al pueblo que los eligió y recibir de sus miembros sugerencias y quejas para actuar e impedir que su función se desvirtúe.

Parece obvio, pero no está de más recordar, también, que sus obligaciones pasan por: dedicación al cargo,
desempeño con eficiencia y cortesía, cumplimiento de la jornada laboral, ser veraz en las informaciones, controlar y supervisar los distintos planes a ejecutar, velar por las condiciones de trabajo….

Los vecinos no somos ajenos a la gestión municipal, por el contrario, cada vez son más las voces que reclaman que esa gestión sea efectiva, que esté realmente orientada al pueblo, que haya participación, pedimos una buena orientación a objetivos y resultados, diálogo, mejoras internas, colaboración, coordinación, conciencia de costes, transparencia….

En definitiva, tener ética del cargo.

Mª Eugenia Lorente (MEL)

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