Los militantes socialistas nos encontramos ahora inmersos en un periodo francamente interesante y esperanzador. Parece que, por fin, comenzamos a avanzar y a reconstruir un partido en el que todos los militantes se conviertan en un activo dejando de ser meras comparsas a las que se movilizaba exclusivamente en periodos electorales. No tengo ninguna duda de que es un camino difícil y que no está exento de riesgos, incluso involucionistas. Puede suceder que, después de ensayar nuevos métodos más democráticos de gestión interna, se pierdan elecciones. Si así sucede la culpa no será del cómo sino del qué. Si nuestras propuestas no convencen al resto de los votantes, nada se puede hacer salvo tratar de convencer. Lo que debería ser irrenunciable es el método democrático de gestionar el partido.
Puede parecer que este asunto solo atañe a los militantes del PSOE, o como mucho a los simpatizantes. Nada más lejos de la realidad. La evolución democrática interna que se promueve, y que apenas estamos comenzando a realizar, forzosamente debe reflejarse en el programa del partido. El PSOE debe liderar la necesaria reforma de las instituciones transformando la dinámica negativa actual y apoyándonos en las libertades y la democracia, devolver el poder a su legítimo dueño, los ciudadanos. La participación y la trasparencia deben ser los dos pilares fundamentales en los que se debe basar la actividad política. Y esta afirmación es válida tanto para el gobierno de Europa, de España, de la Comunidad de Madrid o de Miraflores de la Sierra.